Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1444
Legislatura: 1891-1892 (Cortes de 1891 a 1892)
Sesión: 13 de febrero de 1892
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 134, 3839
Tema: Revisión de los expedientes de las clases pasivas de Ultramar

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. SAGASTA: Señores Diputados, yo no encuentro que la situación sea tan difícil ni que existan grandes dificultades para que los deseos del Señor Presidente sean desde luego satisfechos.

Paréceme a mí que después de las explicaciones que ha dado el Sr. Ochando, diciendo que al leer la sentencia en que estaba complicado, no sé si legítima o ilegítimamente, algún individuo que el señor Ministro de Ultramar ha creído calumniado (El Sr. Ministro de Ultramar: He creído calumniado más de uno.) No creía que por eso se le calumniaba; es evidente que el Sr. Ochando no ha tenido la intención de calumniar al Sr. Gamiz. (El Sr. Ministro de Ultramar: En concepto del Sr. Ochando; en mi juicio, ha calumniado a más de uno.) Eso será a juicio de S. S. (El Sr. Ministro de Ultramar: Por las palabras del Sr. Ochando.) Desde el momento, repito, que el Sr. Ochando dice que al leer una sentencia en la cual aparecen varios individuos, no ha creído que les calumniaba, es evidente que ha leído la sentencia sin intención de calumniar, ni al Sr. Gamiz ni a los otros que estaban en la misma sentencia comprendidos. Esto es de todo punto evidente; no puede haber realmente calumnia. Cualquiera que sea la intención del Sr. Ochando, lo que es el hecho de leer la sentencia no constituye calumnia; puesto que el Sr. Ochando no atribuye ningún delito, y no atribuyéndolo no hay calumnia, habrá habido más o menos oportunidad en leer la sentencia, pero calumnia no. Mas, aunque la hubiera, el hecho de hacer la declaración de que al leer la sentencia no creía que calumniaba a nadie, demuestra que no tenía intención de calumniar. Así, pues, sobran todas las palabras que sobre esa intención puedan decirse.

Esto me parece de toda evidencia, y yo me atrevo a dirigirme al Sr. Ministro de Ultramar, como amigo particular, que sabe que le estimo de todas veras, para decirle que, después de esta explicación, con la que se demuestra que el Sr. Ochando no ha podido calumniar a ninguno de los amigos de S. S., sobran las palabras que con este motivo ha pronunciado el Sr. Romero Robledo, en la creencia de que habían sido calumniados aquellos sus amigos. Con tal que diga esto S. S., todo queda terminado de una manera digna y noble para S. S: para el Sr. Ochando y para todos.

Yo espero que el Sr. Ministro de Ultramar no hará de esto una cuestión de amor propio, una de esas cuestiones tan malas de resolver.

Yo tengo la seguridad de que S. S. ha de creer que yo no he de faltar en estas circunstancias a ninguna de esas consideraciones, porque creo firmemente que S. S. ha hecho muy bien, ha hecho perfectísimamente en defender a sus amigos; pero desde el momento en que no hay ofensa, desde el momento en que ha desaparecido todo el fundamento y todo el motivo para que S. S. insista en la energía, en la manera y en la forma en que noblemente ha defendido a sus amigos, me parece a mí que todo debe cesar, y entiendo, con el Sr. Presidente de la Cámara, estando, como estamos nosotros, más apartados de esta lucha hasta donde es posible estarlo en el Parlamento, entiendo, digo, que desde el momento en que el Sr. Ochando ha hecho la declaración de que retira las palabras que se fundaban en un error suyo, el Sr. Romero Robledo y el general Ochando quedan como corresponde, no sólo como representantes del país, sino en el lugar que cumple a hombres de honor.



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